Camacho era ya un viejo que le temblaban las manos, retirado del Ministerio del Interior o de algún cuerpo militar allá en Matanzas, pero todavía trabajaba, hablo de 1991 al 96 por lo menos. Trabajaba cuidando carros en el Hotel Canimao, ya no podía aspirar a una plaza de Custodio, pero era incansable.
En 1993 inauguramos El Paso, nombre que el Jefe de Relaciones Públicas Silvio Rodríguez le dió al lugar, por encontrarse sobre el Puente Canimar, exactamente entre Varadero y Matanzas. Allí estaba Camacho, llegaba como a las 8 y se iba a las 5 de la tarde, ayudaba a preparar el local, limpiaba mesas, llenaba los refrigeradores de cervezas y refrescos, hacía inventario a algunos, en algunos turnos hasta hacía las pizas.
Camacho tenía un sobretodo, un abrigo que había traído de un país socialista donde había estado un tiempo en sus años mozos, a mi me gustaba esos abrigos largos que se usan en países fríos y que por lo tanto en Cuba no se vendían. Como en El Paso en la noche o en la madrugada hacía mucho frío y trabajabamos 24 horas, realizamos uno de los tantos negocios a través de los cuales Camacho se hacía de alguna divisa ( fulas, dóllares). Le compré el sobretodo a Camacho por 10 fulas. En la madrugada me vestía como a mi me gustaba, la gente me decía, " Negro tu estás loco!". Ahora aquí en Alemania casi ni me quito el Mantel, quién me iba a decir que viviría en un país donde tendría que usarlo obligatoriamente...
Bueno, volvamos al tema, Camacho, lo que más le gustaba a Camacho era hacernos Historias de los hechos que el vivió, precisamente los primeros años de la Revolución, en aquella época se hablaba mucho de política, la Perestroica, el derrumbe del Socialismo, el Período Especial, todo el mundo era un político y todo el mundo era un luchador, "había que luchar el baro", para eso habíamos emigrado al Turismo.
!Que lástima que mi memoria no guarde los detalles de tantas cosas históricas contadas por Camacho! De Girón, El Escambray, La Crisis de Octubre, etc.Tal vez algún día las recuerde mejor. Hoy leyendo este Artículo CUBA: LA MASACRE del 12 DE OCTUBRE DE 1960, en Baracutey Cubano me acordé de Camacho. El nos contaba como en Matanzas se habían fusilado a muchos alzados, de juicios sumarios, él mismo sin serlo, tuvo que hacer el papel de cura ( eran tantos los condenados que no alcanzaban los curas), para oir los últimos deseos de los fusilados, de cómo le mandaban recuerdos a sus familiares, de esa fé en Dios que la Revolución logro estirpar en gran parte de la población cubana.
Si alguien quiere una explicación del ?porqué; aunque la realidad ha demostrado que el Socialismo en Cuba no dá, que sin Democracia y Libertad no se avanzará, el Gobierno de los Castro no inicia las reformas que hasta con cierta fracuencia promete?, puede encontrarla aquí, en esos fusilamientos, que a mi juicio son muchos más de los que pensamos, esa Historia la van a estar tapando mientras les quede un aliento de vida, como en los juegos de niños en Cuba, "el último la peste", el último de la dinastía tiene que cargar con el muerto o con los muertos, ya Ramiro ve venir su turno y va a aprovechar los vientos de Socialismo Obamista para morirse sin tener que responder ante un Tribunal. Bueno basta de especulaciones, los hechos:
12 DE OCTUBRE DE 1960: LA MASACRE
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Por Roberto Jiménez
14 de octubre de 2008
Miami, Florida – www.PayoLibre.com – Todavía por aquel tiempo era política del gobierno permitir la asistencia de sacerdotes a los que iban a ser ejecutados. Era una forma de proyectar una imagen engañosa para encubrir ante la opinión mundial y nacional la verdadera naturaleza de un proceso en el que, poco después, se desató una campaña nacional rabiosamente anticlerical y antireligiosa en general. También así se ganaba tiempo para preparar las condiciones que permitieran manipular las reacciones adversas que se derivaran de los futuros pasos ya programados en el secreto esquema totalitario.
El grupo que en este caso se proponían ejecutar tenía la característica, sin precedente hasta aquel momento, de que no se trataba de personas vinculadas real o falsamente a crímenes cometidos por el régimen derrotado. En cuanto a Porfirio “El Negro” Ramírez -el más conocido y popular- se trataba de un dirigente estudiantil de origen campesino, que se había alzado en armas contra Batista, por lo que al triunfo revolucionario ostentó grados de capitán, y habiendo retornado a la vida civil, se convirtió en figura nacional como dirigente de la FEU de la Universidad de Las Villas. Plinio Prieto y Sinesio Walsh fueron también oficiales del Ejercito Rebelde, José Palomino fue un intachable integrante del Ejército Constitucional. El quinto héroe fue Ángel Rodríguez del Sol.
Fue por todo ello que los verdugos accedieron a la petición de Plinio, recién nombrado jefe de El Escambray, de formación católica, para que se le permitiera ver a un sacerdote.
El juicio, montado como un vulgar circo en el campamento militar “Leoncio Vidal”, de Santa Clara, tuvo lugar durante el día 12 de octubre. En las calles de la ciudad se reprimían manifestaciones por la vida de “El Negro” Ramírez, muy querido por la población local. Al caer la noche se anunció un receso en el juicio hasta el día siguiente para dictar sentencia. Así fue anunciado también por los medios de comunicación nacional, lo cual dio lugar posteriormente a que se generalizara la idea errónea de que la ejecución había tenido lugar el 13 de octubre.
Aquella noche, sin embargo, unos militares tocaron apresuradamente a la puerta trasera de la iglesia “La Pastora”, de Santa Clara, atendida por sacerdotes Capuchinos, para que “un cura” los acompañara al momento y sin excusas. El tal cura resultó ser el fraile español Olegario de Cifuentes, aldeano recio, ya maduro, quien había sufrido en su patria los horrores de la guerra civil.
A la mañana siguiente el padre Olegario expuso con detalles, a un compañero universitario de Porfirio, todo lo sucedido aquella noche. Poco tiempo después, ya expulsado de Cuba, reiteró el mismo relato en varias comparecencias públicas desde Caracas. Este, en síntesis, fue su testimonio.
El sacerdote fue conducido discreta y apresuradamente al campo de tiro militar “La Campana”, ubicado en una zona rural no lejos de la ciudad de Santa Clara, donde se encontraban los prisioneros fuertemente custodiados. El ambiente era de preparativos acelerados en medio de una evidente improvisación. A campo abierto el padre Olegario dedicó unos minutos a cada uno de los cinco hombres que iban a morir. Confesaría a la mañana siguiente, todavía conmocionado, que a pesar de ser un hombre curtido por su experiencia personal en España, nunca podría olvidar la serenidad y la convicción conque aquellos hombres le hablaron de las razones por las que iban a morir. Repitió -como quien cumple una misión, de la que hacía partícipe a su interlocutor, quien esto escribe- detalles como las palabras conque Plinio le transmitiera su mensaje final: “Muero confiando en Dios y en los hombres”, y como los cinco bromeaban entre sí y desafiaban con su valor natural a los militares presentes. Por ejemplo, expresó que Porfirio tenía en su boca un tabaco sin encender y uno de los militares se acercó y le ofreció la llama de un fósforo, a lo cual “El Negro” le contestó con una carcajada, que no era hora de preocuparse por ese detalle si en unos minutos se lo iban a llenar de huecos.
Poco después de las 9:00 P.M. se improvisó apresuradamente el escenario. Las luces de los jeeps y camiones militares se concentraron en los prisioneros, todos de pie y atados. Ninguno aceptó que le vendaran los ojos. Frente a ellos se organizaron los integrantes del pelotón, distribuidos en dos filas: unos delante, rodilla en tierra, y los otros parados detrás. Todos con armas automáticas, cuyas ráfagas se repitieron sin cesar mientras los cuerpos caían.
Al cabo del crimen se impuso un pesado silencio que duró largos minutos. Los verdugos y sus cómplices presentes quedaron paralizados, nadie se atrevía a acercarse a los cuerpos sin vida.
Contó el padre Olegario que se vio precisado a asistir al médico forense, pudiendo constatar que algunos, como Porfirio, tenían impactos de la frente, en la parte superior del cráneo y en la espalda, por haber caído hacia delante, y otros los presentaban debajo de la mandíbula con desgarramientos en el pecho, por haberse proyectado su cuerpo hacia atrás con las primeras ráfagas.
Una verdadera masacre.
Con ese crimen pretendían ahogar en sangre y terror al incipiente brote guerrillero de El Escambray. Sin embargo, no sólo en El Escambray, sino en toda Cuba -inclusive donde no existían montañas- se multiplicaron durante años los grupos de alzados, con derroche de heroísmo sin límites.
Este testimonio lo escribí por el compromiso que el padre Olegario me transmitió aquella mañana en la Iglesia "La Pastora" de Santa Clara.
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¡Cuántos testimonios ocultos debe haber! La negra historia del castrismo es horrible.
AntwortenLöschenAsí es querida Armienne, lo que más me fascina de esto es que uno tiene que salir de Cuba para saberlo, para sufrirlo, los que están allá, el pueblo no tiene ni idea y son precisamente ellos los que podrían hacer algo, pero dominados y sin conocimiento, qué podrían hacer. No sólo las atrocidades como éstas se ocultan, artistas, obras, etc. Por ejemplo yo no sabía de la existencia de las canciones "Cuando salí de Cuba" de Luis Aguilé y estoy seguro que muchos allá ni saben que murió, creo que alguna vez oí mencionar su nombre y hasta pensaba que era cubano...
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