Montag, 27. April 2009

El comienzo de la Historia (2)

Vivíamos en una nueva calle, a dos cuadras de la casa anterior, en la calle Ramón Illa. Al frente de la casa había un solar, parecía que no pertenecía a nadie, lo cogímos para jugar pelota, allí también había para comes, matas de mangos, mamey colorao ,y santodomingo, ciruelas, caimitillo, etc.
Del lado izquierdo de la calle, yendo en dirección al parque, vivíamos las dos familias negras, en la esquina o casi en la esquina en la otra acera, vivía otra familia de negros, la familia de Alicia y Pablo, viven allí todavía. Las demás familias eran de blancos, excepto la de A y M que eran mulatos para nosotros, pero ellos se consideraban sin ninguna duda, blancos.
Volviendo a mi familia. Mi hermana le decía a mis padres que yo debía comenrar la escuela, que ya tenía 6 años, pero eso no ocurrió, ella me enseñaba algo en casa, los demás, excepto L que era el más chiquito iva regularmente a la escuela. Parece que al final se pusieron las pilas y me llevaron ala escuela, el curso ya había comenzado, seguramente desde una semana antes. El pobre Chocolatico, el problema era que no podía ir a la escuela porque no tenía zapatos. Bueno , a adaptarse, ?cómo te llamas?, ahí aparece el primer problema, el apellido era dificilícimo y por eso había que hacer un esfuerzo para pronunciarlo. Comencé en primer grado en la clase de la maestra Anita, una mujer muy bonita, amable, comprensiva, que suerte tuve! La escuela escuela se llamaba "Pablo de la Torriente Brau", me enseñaron el primer día el camino, después tendría que ir solo.
La escuela era grandísima, tenía tradicción, estaba situada en una esquina, tenía un portón de entrada que daba al patio central, era grandísimo, allí jugabamos en el receso, habrían como 300 estudiantes, para mí una gran multitud. A la hora del receso, la hora de correr, casi siempre hacía Sol. Había un refrigerador General Electric que ofertaba Coca Cola, aquella botella tan linda como Marilyn Monrroe por un medio. Llevavamos sal a la escuela para en el receso echar un poco en la botella después de tomar algo y provocar esos chorros que podían mojar a otro, como si fuera champán. Qúé inocentes éramos! En el receso había que hacer una colita para comprar la merienda; rosquitas, polvorones, panetelas, pan de gloria, etc., toda esa gama de cosas ricas que al final fueron desapareciendo, pero no tan pronto. El manicero también entraba con su lata de maní calentico a centavos.
En la casa mi hermana me ayudaba con las tares. Y siempre con la cantaleta, hay que bautizar a G, es el el único que no se ha bautizado. Mi hermana era la ahijada de Fidelina, creo que Fidelina a la que todos llamábamos madrina, se tenía aquello de bautizar a los niños como su profesión, ella era muy cariñosa. Vivía un poco lejos, en la calle Clemente Gómez, pero siempre nos visitaba. Para bautizarse había que aprenderse de memoria un librito que contenía los diez mandamientos y algo más, yo estaba aprendiendo a leer. Seguímos viendo a Fidelina, pero de aquello no se habló más y como se temía y se decía entonces, me quedé judío, que para mi entender en aquella época significaba jodío.
Mi abuela por parte de madre, Juana Rosa, vivía en La Habana con mis tías, tíos y muchos primos. Mi familia por parte de padre también eran muchos, nos visitaban también, pero no eran tan cariñosos como mi abuela. En una de esas visitas vino Mamaita, mi bisabuela y se quedó a vivir un largo tiempo con nosotros. Creo que eso fué en l 68 después de la muerte de mi mamá.
Mi mamá padecía de ataques de epilepsia, cuando le daban era como si se acabara el mundo, ella era muy grande, nadie podía sostenerla, se descontrolaba, gateaba y al final quedaba boca arriba echando espuma. Venía o le llevavan al médico, al principio o al final, siempre venían unos santeros de la calle San juan y le aplicaban la cura, limpiaban la casa, despojaban a todo el mundo con unas hierbas que tenían un olor muy furte, tan fuerte que te tumbavan. A mi mamá la ponían de pie contra una pared de madera y le daban golpes a la pared con su cabeza, yo tenía más miedo a los santeros que a la enfermadad. Después todo aquello pasaba y volvíamos a la normalidad.
Una vez estabamos comiendo, recuerdo que había sopa y sobrevino uno de esos ataques, la llevaron al médico, después al hospital de Colón, pasaron como 15 días, mi papá y creo que mi hermana fueron a visitarla. Una mañana a principios de enero, al levantarme sentí como voces que venía de la sala, mi hermano F me dijo qe Mima había muerto. En la sala estaba todo preparado, unos cuantos sentados en sillas de madera plegables alredador del ataúd, con toda la pompa fúnebre de aquellos tiempos, que parece era la misma para ricos y pobres; velas, cortinas, Cristo, coronas de flores. Mi hermano más pequeño y yo pasamos el día jugando en el portal, la gente entraba y salía, al final, como a las 5 de la tarde, nos llamaron para que nos despidiéramos de nuestra madre, la besé a travez del cristal del ataúd. Los empleados de la funeraria, con mucha destreza, empezaron a desarmar y a recoger todo, unos hombres cogieron el ataúd y lo depositaron en un carro negro muy bonito. Nosotros los muchachos marchamos hasta la esquina con el cortejo fúnebre.Ese día, creo que el 8 de enero, marcó una nueva etapa o realmente mi vida que recien comenzaba. (Continuará) Chocolatico Pérez, Hannover, 28.04.2009

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