Samstag, 7. November 2009

Algún día esto se podrá leer en Cuba.

Huellas del Muro 20 años después - Apertura - LaPrensa.hn



Huellas del Muro 20 años después

Mañana se cumplen dos décadas del histórico final del mayor símbolo de la Guerra Fría

Berlín,

Alemania

Berlín conmemora mañana el vigésimo aniversario de la caída del Muro convertida en un plató mediático para revivir su noche más hermosa, la del 9 de noviembre de 1989, que precipitó el proceso de reunificación alemana y su resurgimiento como nueva capital de la potencia europea.

De símbolo de la Guerra Fría al nuevo Berlín que no oculta los estragos de la historia: la escenografía del acto central de mañana lunes, con el derribo de un dominó de 1.5 kilómetros, desde la Potsdamer Platz a la Puerta de Brandenburgo, difundirá por el planeta esa imagen de ciudad poderosa, revitalizada desde su desgarro.

La grandeza de la noche del 9 de noviembre consistió en la respuesta espontánea de las decenas de miles de ciudadanos que se lanzaron sobre la frontera. Será difícil que una escenografía, por perfecta que resulte, supere la carga emotiva contenida en las imágenes de entonces.

Para Berlín es una oportunidad de mostrar su actual epidermis, que alterna las cicatrices históricas con la nueva ciudad surgida en lo que durante décadas fue tierra de nadie, junto al muro, como la Potsdamer Platz.

El 9 de noviembre fue la culminación de la Revolución Pacífica, que de la consigna del “Wir sind das Volk” -“Nosotros somos el pueblo”- de las primeras marchas minoritarias desembocó en semanas en manifestaciones masivas en todo el país.

La presión era insostenible para la República Democrática Alemana, RDA, presionada por la “Perestroika” de Mijail Gorbachov. El comunicado que precipitó la apertura de las fronteras, el 9 de noviembre, derribó los últimos diques de contención.

A la noche que pasó a la historia como la de la caída del Muro siguieron muchos días y noches de euforia, con caravanas de “Trabis” -el coche arquetípico germano-oriental- cruzando al otro lado.

La Puerta de Brandenburgo siguió cerrada durante cierto tiempo, mientras las grúas se llevaban, bloque a bloque, no sólo el centenar y medio de kilómetros de hormigón que rodeó el Berlín occidental, sino los 1,400 que formaron la frontera divisoria, de norte a sur, entre la RDA y la República Federal de Alemania, RFA.

Desarmar el muro llevó meses, en los que el ruido de la maquinaria iba parejo al martilleo de berlineses y turistas en busca de su reliquia.
A la clase política le costó dejar la ciudad renana para mudarse a Berlín, ciudad no necesariamente querida por muchos, por prusiana, por capital del Reich y después por ser símbolo de la Guerra Fría. Finalmente, el 20 de junio de 1991, y por el estrecho margen de 17 votos de diferencia, el Parlamento aprobó la mudanza a Berlín, lo que llevó largos preparativos hasta consumarse en 1999.

Por los cinco continentes

Cerca de 40 países de todos los continentes tienen hoy, al menos, un pedazo de la que fue conocida como “Franja de la muerte”.
La barrera infranqueable de hormigón, que se llevó a su paso cerca de 200 vidas, fue levantada por las tropas de la antigua República Democrática Alemana en agosto de 1961 para cercar al Berlín Occidental y frenar el éxodo de los ciudadanos de la parte oriental a la zona próspera.

Medía 155 kilómetros de largo -43 de ellos colindantes con el este- 3.66 metros de altura y disponía de estrictas medidas de seguridad, entre ellas, alarmas que detectaban el contacto con el suelo, vallas electrificadas y más de 300 torres de vigilancia.

Al caer, el 9 de noviembre de 1989, el Muro pasó a convertirse en un símbolo del fin de la Guerra Fría. Tras el derribo oficial y la labor de “pájaro carpintero” ejercida por turistas inclementes -deseosos de llevarse a casa un “suvenir” del monumento-, apenas quedan una decena de fragmentos del paredón en la capital alemana, que aún sirven para recordar a las víctimas.

Se encuentran junto a la Puerta de Brandenburgo; en el antiguo paso fronterizo de Checkpoint Charlie, en el complejo que se conoce como Parlamento de los Árboles, al lado del monumento conmemorativo de Günter-Litfin, en la calle Bernauer Strasse, y el pedazo más largo que queda en pie, en la famosa East Side Gallery.

El libro “El Muro de Berlín en el mundo”, escrito por Ronny Heidenreich y Anna Kaminsky apunta a que hay restos de Muro en 40 naciones.

Desde Guatemala hasta Estados Unidos, pasando por Japón, los lugares menos pensados del planeta han querido participar de la memoria alemana y adquirir una parte de aquel símbolo, pese a lo costoso de transportar piezas que pesan toneladas.

Organismos internacionales como el Parlamento Europeo en Bruselas o el edificio principal de las Naciones Unidas, en Nueva York, son algunos de ellos.

Otras piezas de aquel “puzzle del terror” han ido a parar a sitios simbólicos, como el International Trade Center de Washington, el Museo Nacional de las Fuerzas Armadas de Londres o la librería presidencial Ronald Reagan.

Hasta los emplazamientos más comunes y transitados, como la estación de tren de Mónaco y el campus de la Universidad Johns Hopkins, en Washington DC, exhiben un pedazo.

En muchos de las casos, los fragmentos han sido donados por las autoridades germanas; por ejemplo, el regalado al papa Juan Pablo II en otoño de 1990, mientras que, en otros, han sido comprados a cambio de sumas astronómicas de dinero.

Tan internacional como ha sido el reparto de los restos de muro será también el festejo del veinte aniversario de su caída y muchas ciudades han querido sumarse con actividades propias a los festejos conmemorativos que acogerá Berlín mañana.

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